Un clásico ya se jugó, pero aquí, por expreso pedido de los futbolistas que lo protagonizaron, no se sabrá el resultado. Tampoco si el arquero tuvo responsabilidad en algún gol, si es que hubo. Ni se sabrá quién fue el mejor jugador de la cancha porque lo que hay que saber del partido es otra cosa.
"Faltaba la pata del hincha", dijo Pablo Martínez luciendo una de las camisetas alternativas de Atlético. Sin las luces del Monumental que, seguramente con timidez, acompañarán hoy la salida de "decanos" y "santos", los integrantes de las páginas oficiales de los dos grandes tucumanos revelaban el objetivo del partido de fútbol 5: demostrar que se puede compartir y hacer cosas juntos.
"Los dos clubes tienen buena relación institucional, pero nosotros, hinchas comunes, podemos marcar la diferencia", agregó Martínez.
"Lo sentíamos como una obligación", dice Javier Chehuan, que tiene la camiseta de Esteban Goicoechea, el último que le marcó un gol a los "decanos" en el empate 1-1. Y no saldrá presionado esperando que la magia de la casaca se transporte hacia la suya. Es más, ni le importa porque jugar el partido es ganar. "Podemos demostrar que el fútbol se puede ver y tirar cada uno para su lado", dice Alfredo Ramos, mientras se suma a la ronda de camisetas rojas y blancas del rival.
El acercamiento es lento, nada que ver con los piques de Agustín Peña en la defensa "decana". Pasa que el objetivo no es sorprender, ni marcar, sino tantear. "¿Saben que el que pierde paga la cancha", suelta en la ronda de diálogo. Crick. Silencio. Y, obvio, vino la carcajada. "Naaaa. Vamos a media", remata.
Y arranca el clásico tucumano. El final llega y no es que se peleen por pagar el alquiler de la cancha. Sin embargo, hay gusto en hacerlo porque, más allá del triunfo, la derrota o el empate, el clásico terminó en paz. Como debe ser.